Con mi Nokia en la mano.

Es una vida totalmente asquerosa la que esas personas tienen que soportar en el lugar, un caño donde todas las personas arrojan sus desperdicio está causando el daño mas grande que he podido presencial, las personas son mas que complacientes son personas que tienen deseo de vivir, no me explico como esas personas tomaron ese lugar, pero de que hay muchos viviendo ahí lo hay.

Y cada crecida que el pequeño riachuelo suele soportar , significa un momento mas para tratar de sobrevivir, esas casas viviendo en barrancos, al lado de desperdicios humanos, contaminación de basuras que ellos mismos arrojan en el riachuelo, los grandes precipicios que sufren frecuentes derrumbes y los niños con diferentes enfermedades, hoy no entiendo como muchos tratan de esconder esos rincones de nuestro país, esas familias que necesitan una mano, esos niños que se encuentran enfermos y cómo generaciones enteras suelen fracasar por falta de ayuda.

Y cuando te trasladas a ese lugar te das cuenta que todo no es como lo imaginamos si no que detrás de lo que tenemos cerca, se encuentra lo que hoy no vemos.

Es muy difícil imaginarse como esas personas trabajan día a día para levantarse. Que una pequeña casa de madera, con unas cuantas hojas de zinc sirvan para vivir.

Le pregunte a un niño llamado Ariel, a qué se dedicaban sus padres y fue increíblemente sorprendente lo que me había respondido, me decía que su padre es pescador del caño, y que al ver los peces de color negro, los lavaba con cloro y su madre limpiaba casas de otros en la ciudad, que a veces le ayudaba a limpiar los peces a su padre.

Y el caño se ha convertido en el caño más asqueroso de toda la zona, donde la contaminación se reconoce a simple vista, es un riachuelo donde la pobreza y las enfermedades se apoderan de la humilde comunidad “Orilla de Capacho”

Cotui, Sánchez Ramírez.